Un mal sabor. Eso es lo que
deja en los venezolanos la palabra “diálogo”, y si es pronunciada por algún
dirigente político, el sabor es comparable con la mismísima hiel.
Si mañana el Papa Francisco
anunciara que las reuniones serán en el Vaticano, en el mero centro de la
capilla Sixtina; de inmediato nos invadiría la duda o le buscaríamos un pero
debido a la falta pulcritud en el proceso.
No está mal tal desconfianza
porque no es más que el resultado de tantos engaños por parte del Gobierno; y
peor aún, por las increíbles “novatadas”, para no decir, metidas de pata de la
oposición tal como ocurrió la semana pasada cuando el canciller de Francia
anunció la reunión en República Dominicana.
Luego de las palabras del
diplomático, nos dieron la primera cucharada amarga: los voceros de la MUD
negaron el encuentro; pero el Gobierno lo daba por hecho; al tiempo que
dirigentes como Julio Borges; Luis Florido, sin pasaporte; y Manuel Rosales,
con prohibición de salida del país; iban rumbo a la isla del Caribe a
encontrarse con los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, entre otros convocados.
Un meme de Borges y Rosales
práctica y tímidamente asomados en el salón de algún hotel u oficina
gubernamental de República Dominicana, confirmaba a los venezolanos que sí
había reunión.
No existió información
clara, veraz y creíble de dicho encuentro, como diríamos en el periodismo no se
logró responder las cinco Wh: qué, cómo, cuándo, porqué y para qué. En mi
opinión esta es una de las principales fallas que tiene la oposición venezolana
cuando trata el tema del diálogo, tienen una serie e ineficiente forma de
COMUNICAR.
La comunicación es vital en
la estrategia para la negociación, la opinión pública y los ciudadanos deber
recibir una batería de mensajes, por demás creíbles en su contenido. Eso no quiere decir que se
tenga que comunicar todo.
Si nos remontamos al 2002 a
la mesa de diálogo del gobierno y oposición, todas las tardes recibíamos un
parte informativo con el vocero calificado para ese conflicto, el ex presidente César
Gaviria, quien con su peculiar entonación informaba brevemente y sin muchos
detalles sobre las reuniones, y a medida que el tiempo se prolongaba, unas
veces subía el tono y otras daba más detalles de lo acordado.
Al final de lo que se trataba
era de llegar a acuerdos; en ese entonces se logró el Referendo Revocatorio que
ganó Chávez con todas las de la ley.
Es mentira que se va una
negociación de manera voluntaria, tal como suele suceder en la vida personal,
usted va al médico cuando se siente mal, usted acude a un abogado cuando quiere
finalizar un contrato inmobiliario; así ocurre desde hace más de un año con el
Gobierno de Maduro, un sector quiere negociación, pero piden llegar al 2018,
año de las elecciones presidenciales; otro no quiere absolutamente nada sino la
permanencia en el poder, sin embargo, la crisis los ha obligado acudir a la
negociación.
Sin comunicación, del tipo
que sea, no hay negociación. El control de la comunicación es, por consiguiente, una habilidad necesaria
para controlar el curso del proceso negocial, tal como lo señala Alfred Font
Barrot en su libro “Curso de negociación
estratégica”.
Cierro este artículo recordando
que el silencio también comunica, solo que en el caso venezolano no ha sido el
silencio sino las contradicciones de los voceros, los engaños y la falta de
asertividad lo que le ha ganado a la comunicación. Si se pierde el control de
la comunicación, se pierde el control de la negociación.
Edward Rodríguez
@edwardr74
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