Semanas atrás terminé de ver una serie en Netflix, de la que quedé enganchado,
pues la trama consistía en cómo un contador lavaba el dinero de un cartel de la droga mexicana con
operaciones en los Estados Unidos; un
negocio rudo y riesgoso al que el protagonista involucró a su familia (esposa e
hijos menores de edad) y del que no pudieron salir, por lo menos en las dos
temporadas de la serie en cuestión.
Quizás en la tercera temporada salgan de escena,
mueran o sigan creciendo en el “negocio familiar”, de lo que no me cabe duda es
que al final la justicia los alcanzará y los malos perderán la batalla para que
ganen los buenos entre comillas.
Así parece ser la historia que se desarrolla en este
momento con el tema de la corrupción venezolana. Las reiteradas detenciones de
ex funcionarios del gobierno en países como España y Estados Unidos, testigos
protegidos que violaron las reglas y ahora se les incauta propiedades de lujos,
caballos, relojes, autos, aviones, yates y pare de contar. Todo, producto de la
bonanza petrolera y el descontrol de un gobierno que permitió que se
enriquecieran a costilla de los pobres que sólo piensan en la caja Clap y en el
Carnet de la Patria y no en el daño que produjo la corrupción.
Seguramente algún director con buena pluma e
imaginación pudiera escribir unas cuantas temporadas con diversos actores y
familias para los Ozark de corrupción venezolana como por ejemplo el guión de la historia de un ex escolta de Chávez
que tuvo de “mérito” para llegar a la tesorería de la república haber sido
golpeado accidentalmente en el ojo derecho por Hugo en un tradicional juego de
fichitas, y tener por siempre ese remordimiento de haber sido el responsable de
la pérdida del ojo.
Aquel escolta de nombre Alejandro Andrade, le declaró
a la fiscalía norteamericana que llegó a manejar mil millones de dólares en
soborno; políticos del gobierno y
oposición recibieron dádivas de ese “magnate”,
hasta baratos salieron algunos que se conformaron con pasajes aéreos y
apartamentos para vacacionar. Más temprano que tarde se conocerán todos los
nombres de los “incautos y nobles” voceros de la patria.
Siguiendo los pasos los Byrder, el protagonista de
Ozark, pero al estilo venezolano, también tocaría hacerle la historia a la
enfermera de Chávez, casada con otro ex escolta. La pareja obtuvo tantos “méritos”
que llegaron a ocupar cargos en la tesorería de la república y acumularon tanto
capital producto de la corrupción que salieron mencionados en los “Panamá papers”.
Adrián y Claudia del combo de Andrade y del primer círculo
del hoy fallecido Hugo Chávez, ahora piden clemencia para no ser extraditados a
Venezuela porque temen por sus vidas, seguro tienen muchas cuentas pendientes.
El caso Gorrin, es otro candidato a ser llevado a
una serie de TV; este señor pasó de ser un abogado desconocido a un empresario exitoso,
ahora con orden de detención en los
Estados Unidos e incautación de propiedades.
Rincón, el petrolero de las bodas fastuosas; Villalobos
el de la electricidad con chequera para opositores, Aguilera, Salazar, Ramírez,
Farías y Rondón son algunos, de la larga lista, sobre los que los escritores y
guionistas se deleitarían llevando sus historias a la pantalla chica
internacional.
En conclusión, estamos en presencia de tsunami de corrupción
donde el que menos puja, puja una lombriz; hoy más que nunca ni la Cuarta, ni
la Quinta son ejemplos de gobiernos transparentes, sin duda alguna tenemos que
ir a un adecentamiento de la administración pública con principios, valores y
controles. El país reclama, necesita, funcionarios honestos para superar esta
tragedia.
El Ozark made in Venezuela pica y se extiende.
Edward Rodríguez
@edwardr74