Quizás nunca nos imaginamos negociando en condiciones
adversas, perversas o en el justo momento cuando sientes que tu vida está en
riesgo o que ya no te pertenece, así vivimos los venezolanos todos los días; ya
seas un general de brigada pro gobierno, a quien asesinaron el fin de semana en
el estacionamiento de una farmacia en los Altos Mirandinos, o un opositor
radical; la delincuencia al momento de actuar no pregunta por la tendencia o
color político.
Por eso creo que la principal solución a todos
nuestros problemas, comenzando por el derecho a la vida, pasa por salir de este
Gobierno que llegó con la firme intención de perpetrarse y cometer todas la
atrocidades de rigor que identifican plenamente a un régimen de corte militar,
con algunos civiles de pantalla para cuidar las apariencias; pero que al fin al
cabo llegaron gracias a una parte importante de venezolanos que creyeron en las
promesas de la “Revolución del siglo XXI”.
Hoy por hoy la oposición venezolana prácticamente pulverizada
por falta de unidad, por jugar de manera separada y por desarrollar agendas
propias, está recibiendo un voto de censura de casi la totalidad de su
principal capital político, los opositores de a pie. Claro está, el gobierno sigue
trabajando en su permanencia en el poder, usa todas las formas para que la Unidad
no vuelva a reunificarse y en eso ha sido clave el tema del diálogo y sus
fracasos.
Ahora bien, pese a todas las condiciones adversas
siempre se debe estar presto a la negociación; entiéndase bien que se negocia
cuando se tiene algo que dar y cuando se está dispuesto a recibir algo y ambas
partes comprenden que al final están ganando. En el caso del Gobierno en este
preciso momento, saben que el tema económico, las sanciones y la corrupción los
tiene atrapados.
Aun y cuando la Unión Europea señaló recientemente que
no hay condiciones para el diálogo en Venezuela, yo sí creo que deben
explorarse otros métodos de negociación sin ser satanizados; si los esfuerzos
pasado se diluyeron y no funcionaron ni siquiera porque contaran con la
presencia de la Iglesia, pues es hora de reinventarse.
Una de las opciones pudiera ser la metodología que
ofrece el Grupo Boston, bastante sonado recientemente en la opinión pública, y
al que personalmente no le lanzaría piedras si no por el contrario, auguraría
por un planteamiento claro para el entendimiento entre el Gobierno y la oposición. El
Grupo Boston es una red de legisladores venezolanos y estadounidenses
originarios del 2002 que dio resultados en aquel álgido momento en Venezuela; hoy sigue activo y sumando nuevos integrantes.
Unas “mesas de ideas”, es la propuesta inicial del
Grupo de Boston; las mismas deben estar integradas por miembros del Gobierno y
la oposición con ascendencia en las personas que toman decisiones en ambos
bandos. Estas mesas tienen que hacerse en un ambiente acorde, dentro o fuera
del país, con bajo volumen en la opinión pública.
Lo innovador de este método es que los participantes
deben transformarse en una especie de creativos para hacer un “banco de ideas” y
opciones para ser revisadas, discutidas y negociadas; porque al fin y al cabo
el fin último es negociar, pero no morir en el intento.
Venezuela no aguanta un fracaso más.
Edward Rodríguez
@edwardr74
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