Aporofobia, del griego Attopoc
significa “sin recurso, indigente, pobres, miedo hacia la pobreza y hacia las
personas pobres”, en resumen: repugnancia y hostilidad hacia las personas en
esta condición. El término fue incluido en mayo del 2017 en el diccionario de
la Real Academia Española y además fue elegido como palabra del año por la
Fundación Español Urgente.
Esta semana escribo sobre la “Aporofobia”, después de
una larga conversación que sostuve días atrás con un psiquiatra amigo que viene
estudiando el comportamiento de los vecinos países con nuestros emigrantes; lo
que veíamos y escuchábamos hace apenas un año o meses atrás sobre acciones
solidarias quedó en el pasado; pues hoy comenzamos a escuchar solicitudes de
más requisitos para entrar a esas naciones hermanas, ¿la finalidad?, frenar la
emigración venezolana producto de la bestial crisis económica, política y
social por la que atraviesa el país.
Quienes decidieron emigrar sólo llevan un morral de sueños
y una condición de pobreza que no es permanente sino una situación indeseable e
injusta; ahora bien, no se trata de generalizar, pero vemos con mucha
preocupación y hasta tristeza, que en algunos países suramericanos se está
construyendo una imagen de los venezolanos que los relaciona con personas pobres
y por ende delincuentes.
A pesar de que ciertamente un gran porcentaje de los
que emigran no se van con estabilidad económica, eso no significa que sean
pobres, indigentes, y mucho menos delincuentes; no se puede generalizar ni
estigmatizar a quienes atraviesan por esta condición momentánea e inducida por
un régimen que sumió y quebró a un país próspero como Venezuela.
Hasta hace poco, los panameños, por citar un ejemplo, se
desvivían por recibir venezolanos para que invirtieran en su país; pero después
iniciaron una política de control de entrada que hasta visa americana se
requiere para ingresar.
El hecho de emigrar no es fácil, pero la realidad
apunta a que cada día serán miles los que se irán del país en busca de paz,
tranquilidad, oportunidades y futuro; eso mismo que Venezuela durante décadas
le ofreció a colombianos, peruanos, chilenos, uruguayos, argentinos, españoles,
italianos, etc.
Venezuela fue un país esplendido que abrió sus puertas
sin miramientos, que les bridó tanto apoyo que hasta dinero les daba cuando
llegaban a nuestras tierras con una mano adelante y otra atrás; hoy les
agradecemos el aporte a nuestra cultura, pero no deben olvidar el apoyo
incondicional que se les dio cuando salieron de sus tierras con un morral de
sueños y con la esperanza de encontrar un mejor porvenir para sus familias.
En el más reciente estudio de Consultores 21, la
diáspora venezolana representa hoy en día 5.5 millones de venezolanos del 17%
de la población proyectada para el 2018; el 77% se va por la situación
económica.
El 37% de las familias venezolanas tiene un miembro
que ya emigró, pero lo curioso es que antes la emigración ocurría en mayor
proporción en personas con tendencia opositora, sin embargo; ahora es similar
el flujo de escape de Venezuela de personas chavista o madurista, estos últimos
ideológicamente derrotados por el hambre y la falta de oportunidades.
El éxodo es una realidad y por los vientos que soplan
se incrementará con el pasar de los días porque es una cuestión de
supervivencia; pero es injusto y repudiable que esos millones de venezolanos
que huyen del régimen, sean blanco de la Aporofobia,
que jamás se pensó, y mucho menos se desarrolló contra miles de extranjeros que
llegaron a Venezuela pidiendo una mano amiga, la misma que hoy se les pide a
ellos.
La Aporofobia
no construye, sino que destruye.
Edward Rodríguez
@edwradr74
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