Dos
años después de que Lorent Saleh fue expulsado de Colombia con fundamentos en el
artículo 105 del Decreto 4000 de 2004 de
la constitución colombiana que faculta “expulsar a los extranjeros que a juicio de la autoridad migratoria
realicen actividades que atenten contra la seguridad nacional, el orden
público, la salud pública, la tranquilidad social y la seguridad pública”,
el Presidente, Juan Manuel Santos, recibe el 07 de octubre del 2016 la noticia de que había sido galardonado con
el premio Nobel de la Paz.
Para
esa misma hora en la que Santos era sorprendido con tal galardón, el joven
estudiante universitario Lorent Saleh era torturado al ser recluído en un
calabozo de 2x3 metros, con paredes y luces blancas prendidas las 24 horas del
día, sin derecho a ver el sol, y mucho menos a la paz. Este sitio es conocido
como “La Tumba”, ubicada en el sótano 5 del Servicio Bolivariano de
Inteligencia Nacional (Sebin) en Caracas-Venezuela.
El que
llegó a ser “el mejor amigo de Maduro” como él mismo lo señaló, vivió momentos de alegría y reconocimiento mundial
por convertirse el de sexto latinoamericano, en cien años, en recibir el
galardón y acompañar en la lista a los argentinos Carlos Saavedra Lamas (1936)
y Adolfo Pérez Esquivel (1980), el mexicano Alfonso García Robles (1982), el
costarricense Óscar Arias Sánchez (1987) y la guatemalteca Rigoberta Mechú
(1992).
Estas ironías
de la vida se vivieron en un mes de octubre, uno el 7 y el otro el 12, pero de diferente años, a Lorent Saleh con 30 años de edad le arrebataron
cuatro años de su vida, de juventud, de
trabajo pero sobre todo de libertad en
un inhumano y tenebroso calabozo de la policía política del regimen de Nicolás
Maduro, por decisión del Nobel de la Paz colombiano, Juan Manuel Santos; quien
prácticamente lo sentenció al entregarlo a las autoridades venezolanas a
sabiendas que le esperaba la privación de libertad y todo ese calvario que casi
lo lleva a la locura y al intent de suicidio varias veces.
Conversando
con colegas periodistas en Colombia me decían que Lorent quizás tenía un
“discurso incendiario” o polémico, pero no mataba ni a una mosca, tampoco
andaba metido en cosas distintas que no fuera la denuncia contra el régimen de
Nicolás; por eso no terminan de entender porqué fue detenido y extraditado para
ser condenado a cuatro años de reiteradas violaciones de sus derechos humanos.
Sin
duda, el Santos del premio Nobel de la Paz no era el Santos de Saleh, sino su
demonio, hoy es bueno recordar que si esa decisión del ahora expresidente Juan
Manuel no se hubiera ejecutado la vida de Lorent fuera otra.
Los
premiados Nobel también se equivocan, sino que lo diga Santos que a pesar de
los esfuerzos por lograr el acuerdo de paz con la guerrilla de la FARC, días
antes de recibir el galardón perdió la consulta popular y los colombianos le
dijeron que “no” al papel que le costó cuatro años de negociación en la Habana.
Por
allí dicen que “es de humanos errar, y de sabios rectificar”, esperemos que algún
día el premio Nobel de la Paz le ofrezca unas disculpas a Saleh por haberlo
entregado y haberle truncado su futuro y haber convertido cuatro años de su
juventud en un infierno. El demonio no pide perdón, esperemos que el Santos sí.
Edward Rodríguez
@edwardr74
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